sábado, 11 de septiembre de 2010

El 11 de Septiembre de 1973.


Hace 9 años, un día como hoy pero de 2001, Estados Unidos sufrió ataques terroristas en dos de sus ciudades más importantes, Nueva York y Washington D.C. Miles de personas murieron aquel fatídico día en los ataques al World Trade Center y al Pentágono a manos de terroristas musulmanes, que por cierto el inepto de Bush sabía que se llevarían a cabo. La historia reciente hace énfasis en esta fecha para recordar a los caídos en el Imperio Capitalista y para condenar la violencia contra civiles y en Estados Unidos, enaltecer su orgullo de Americanos, después de dicho acontecimiento, como ya todos sabemos se desencadenó una guerra de esas que cuestan muchas vidas y hay muchas ganancias con la producción y venta de armas en Estados Unidos (si quieren ver un claro ejemplo les recomiendo ver la primer película de Iron Man).

Pero hay un 11 de septiembre que la historia capitalista no quiere recordar, fue el 11 de septiembre de 1973, cuando Augusto Pinochet encabezó de la manera mas vil y cobarde un golpe de estado en Chile, derrocando al presidente izquierdista Salvador Allende, respaldado por los asesinos capitalistas norteamericanos, el entonces presidente Richard Nixon, su vice presidente Gerald Ford, la bestia inmunda de George Bush, padre del otro bruto asesino, la CIA, las compañías Chase Manhattan, International Telephone and Telegraph Corporation , otros bancos y corporaciones para abonar sus ganancias, además de un apoyo financiero privado chileno.

Por lo general no me gusta extenderme mucho en mis aportaciones al blog, pero para terminar, les dejo último mensaje que el presidente Allende dio a la nación antes de ser asesinado por estos cobardes criminales, enemigos de la democracia, de la humanidad y asesinos.
Salvador Allende, el presidente legítimo de Chile, derrocado el 11 de septiembre de 1973.

A las 10.15, a través de Radio Magallanes (la única pro-gubernamental aún no silenciada), Allende emite su último mensaje a la Nación:

“Quizás sea ésta la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: Soldados de Chile, comandantes en jefe y titulares… …el almirante Merino… más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su solidaridad y lealtad al gobierno, también se ha denominado director general de Carabineros.
“Ante estos hechos sólo me cabe decirle a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza.
La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
¡Trabajadores de mi Patria!: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, espero que aprovechen la lección.
El capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición: la que les señaló Schneider y que reafirmara el Comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios...
...Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, la seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! , ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!
Éstas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.”

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